29 de noviembre de 2009

Concentración contra las agresiones homófobas

El pasado viernes 20 se produjo un ataque homófobo en Bilbao. Desde Queer Ekintza os animamos a participar en la concentración de denuncia que ha convocado la Coordinadora 28J de Bizkaia:

Lunes, 30 de noviembre a las 20:00 horas en el Arriaga

Dadle la máxima difusión!!

Nos vemos en las calles!!

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Pasadan ostegunean Bilbon eraso homofobo bat gertatu zen. Queer Ekintzak, Bizkaiko E28 Eraundeak antolatutako konzentrazioan parte hartzeko adorea eman nahi dizuegu:

Astelehena, azaroaren 30a 20:00etan Arriagan

Hedatu!

Kaletan elkar ikusiko dugu!!

28 de noviembre de 2009

Mucho más que una agresión, mucho más que homofobia

Es viernes, por fin viernes. Un viernes más de un otoño extraño. Cálido y ventoso como pocos. Un viernes normal en el que unos amigos deciden quedar en su bar de siempre. Un local amplio y espacioso en el casco viejo, con grandes ventanales que dan a una calle ruidosa donde otros jóvenes disfrutan de la noche. Juegan a presentarse conocidos, a contarse al oído confidencias, a darse un beso como prenda de deseo o tal vez de amor… Y es que son unos jóvenes más, en un bar de los de toda la vida de una calle normal del casco viejo. Un viernes normal si no fuera porque el odio incontenido y la frustración desbordada de un desgraciado decidió que aquellos besos y juegos eran una ofensa a dios o a las buenas costumbres o a una supuesta hombría que muchos –aunque no los suficientes– afortunadamente repudiamos. Un desgraciado que sin pensárselo dos veces decidió sacar de su bolsillo un cutter y ensangrentar ese que era un viernes más de un otoño extraño. Las caras de esta cuadrilla quedaron desencajadas pero dos de ellas rotas. Sus rostros expresaban incredulidad y horror por lo sucedido, pero dos de ellos el desgarrador dolor de los que no entendían qué había pasado y sentían como en sus rostros la saliva dejaba paso a la sangre y a la carne herida…

Este es un relato novelado de lo que el pasado viernes (20 de noviembre) probablemente ocurrió en el lamiak. Un desgraciado ha decidido poner fin a un beso entre dos hombres rajándoles la cara. Pero no es el único ataque homófobo que ocurrió este viernes. Fue simplemente el más sanguinolento, el más noticiable. Ese mismo viernes, como todos los viernes y el resto de días de la semana, hubo una multitud de personas discriminadas en sus trabajos, en sus familias, en las calles y en tantos otros ámbitos por razón de su identidad y/o prácticas sexuales.
Ni tan siquiera fue el primer ataque, se trata de uno más en la ya larga lista de agresiones que se han registrado en los últimos meses. Sería uno más, si no fuera porque hubo dos víctimas –como otras tantas antes– con nombre y apellidos, con proyectos e ilusiones truncados y que han visto violentada su integridad física y moral de manera irreparable. Porque ninguna agresión es una más porque debería ser la última.

Por desgracia, el odio a la diversidad sexual (homofobia, lesbofobia, transfobia…) está fuertemente arraigado en nuestra sociedad que tolera en silencio no sólo la agresión y la discriminación de todo tipo, sino que ahoga en el miedo a la estigmatización a sus víctimas, invisibilizando su sufrimiento y la posibilidad de sentir el apoyo, cariño y la solidaridad de poco más que de su círculo más cercano. Aún hoy los ataques a la diversidad sexual denunciados son solo la punta del iceberg.
Estos mismos días, hemos celebrado el día contra la violencia sexista y hemos tenido noticia, entre otras, de una nueva agresión sexual a una mujer, esta vez en Rekalde. Es imprescindible que el análisis de cada uno de estos hechos lo hagamos bajo un prisma común, el de ver su interrelación en la idea que los inspira y sustenta. En esta como en todas las luchas, es imprescindible aprender de otras luchas y de otras compañeras que también padecen situaciones parecidas. En este caso hablamos de la de las mujeres feministas. Porque tenemos que entender que no son solo agresiones, que es violencia directa y estructural al servicio de una determinada forma de organización social. Porque tenemos que entender de una vez que no es simplemente homo, trans o lesbofobia: es sexismo, es fascismo, es otra expresión del heteropatriarcado que nos oprime a las disidencias sexuales y de género. La lucha es común y el enemigo el mismo.

En este sentido, cabe destacar un elemento habitualmente olvidado en nuestros manifiestos: los discursos sociales que, en la más abyecta estrategia neoconservadora, disfrazan sibilinamente sus proclamas del odio como inocuas discrepancias terminológicas, jurídicas o morales. Cuando desde determinadas instancias dudan de la constitucionalidad de la ley contra la violencia de género, de la moralidad del derecho al aborto, de si la unión entre dos personas del mismo sexo puede llamarse matrimonio, o de si estamos enfermas etc. estamos ante la cobertura al sexismo, a la fobia a la diversidad sexual, y a sus manifestaciones últimas en forma de agresiones. Estamos ante una alambicada argumentación del heteropatriarcado. La importancia de estos discursos radica en que para que seamos agredidas y discriminadas, antes hemos tenido que ser deshumanizadas y ver negada nuestra dignidad y nuestra condición de iguales, de ciudadanía con los mismos derechos. De esta agresión y de muchas otras, debemos concluir que ha llegado el momento de situar entre nuestros objetivos políticos la deslegitimación de los discursos que abierta o indirectamente son hostiles a la liberación sexual y a la igualdad entre sexos. Es el momento de plantar cara a esta estrategia y a sus instigadores, entre ellos por su notoriedad, a los partidos democristianos y a la Iglesia.

En ese confluir con otros movimientos que luchan contra este mismo enemigo, debemos aprender a fijar claramente los objetivos, a apostar por soluciones sociales además de legales, movilizativas más que lobistas. Levantemos un muro social de solidaridad y apoyo. Empoderemos a las víctimas de tantos derechos quebrantados. Una vez más hay que insistir en que debemos fijarnos en la lucha de las mujeres feministas para aprender.

En los últimos tiempos una buena parte de los movimientos que en el Estado trabajan por los derechos de gays, lesbianas y transexuales (GLBT) –que no necesariamente por la liberación sexual– han centrado el grueso de las reivindicaciones en buscar el reconocimiento legal de estas personas, y habiendo conseguido indudables logros, han desatendido, e incluso dado por conseguido, el reconocimiento social. Craso error. Hoy nos damos cuenta, con la sangre derramada de nuestros compañeros de que la lucha principal no era el matrimonio. Matrimonio que por otra parte, es otra más de las instituciones de ese enemigo que identificábamos anteriormente. Herramienta para el asimilamiento a las normas heteropatriarcales de esta sociedad en vez de procurar su superación. Si bien, este cuestionamiento del monolitismo ideológico del movimiento GLBT y de liberación sexual se ha empezado a dar en otras movilizaciones (28J) con el surgimiento de una pluralidad de convocatorias y grupos, no debemos confundirnos y abocarnos a la disgregación en la denuncia de las agresiones a la diversidad sexual. Estas últimas sí deben ser unitarias.

Ahora nos toca esta última, la respuesta urgente y unitaria a un ataque violento pero, por favor, no perdamos de vista el trabajo verdaderamente importante. No limitemos la lucha contra la “diversifobia” a la denuncia de las agresiones, reivindiquemos otro modelo de sociedad, otro patrón de relaciones entre sexos y otra sexualidad. Todas ellas son posibles.

Sergio Campo, miembro de Queer ekintza

15 de noviembre de 2009

Por la despatologización de las indentidades trans e intersexuales

Por la despatologización
de las indentidades trans e intersexuales


¿De qué estamos hablando?

Se suele decir que las personas transexuales son mujeres "atrapadas" en cuerpo de hombre y hombres "atrapados" en cuerpo de mujer. La verdad es que esta definición es bastante acertada, ya que podemos decir que se trata de mujeres que se sienten como tales, aunque su físico sea de hombre y por otro lado, hombres que se perciben a sí mismos como miembros del género masculino, aunque fisícamente tengan características físicas de mujer.

Es importante destacar que la identidad sexual o sexo psicológico reside en el cerebro, no en los genitales. Así pues, las personas transexuales necesitan ser aceptadas social y legalmente y para ello adaptan su cuerpo por medio de tratamientos hormonales y operaciones quirúrgicas.

Las personas transgénero, por el contrario, no supeditan su identidad a los tratamientos hormonales, las cirugías, ni a los requisitos que se les exigen a las personas transexuales para acceder a cambiar el sexo y el nombre en el Registro Civil y en otros documentos, puesto que ese no tiene por qué ser su fin. En algunos casos, incluso, van más allá del binarismo de género imperante en la sociedad y desafian los estamentos médicos y psiquiátricos para reflejar la dualidad del nombre y del sexo, no queriéndose etiquetar y por tanto limitarse a sí mismas en un sólo género.

Siendo este binarismo de género el que hace que las personas trans (tanto transgénero como transexuales) sean catalogadas como enfermas mentales y que obliga a las transgénero a sufrir, por no querer encajar en uno de los dos sexos, en lo que a la identidad sexual o sexo psicológico se refiere.

También es necesario detener nuestra atención en la situación que el binarismo genera en las personas intersexuales. El hecho de que estas pertenezcan a los dos sexos a la vez o de que tengan más desarrolladas unas características sexuales que otras (en función del grado de hermafroditismo), les deja indefensos ante un estamento médico que no tiene reparos en realizar intervenciones quirúrgicas profundamente heterosexistas y falocráticas. De este modo, a las niñas intersex que nacen con el clitoris más grande de lo normal, se les amputará una parte y se reconstruirá para que sea más pequeño y pierda su posible función penetradora. Por otro lado, a los niños intersex que nacen con penes demasiado pequeños se les reducirá hasta que sea como un clítoris y se le construirá una neovagina. Posteriormente, a lo largo de toda su vida, tendrán que tomar hormonas para que no afloren sus rasgos sexuales secundarios.

Esta es otro tipo de ablación que se practica habitualmente hoy en día y de la que muy pocas personas tienen constancia.


La transexualidad no es una enfermedad

En la actualidad se toman fundamentalmente dos criterios diagnósticos para la evaluación de la transexualidad: identidad persistente durante al menos dos años e inexistencia de desordenes mentales. Así, una persona que presente trastorno bipolar, esquizofrenía, etc. no podrá obtener un diagnóstico de disforia de género y esto le imposibilitará acceder al proceso médico requerido para poder cambiar el sexo en el Registro Civil y en otros documentos.

Al contrario de lo que se afirma en algunos círculos de especialistas, las personas transexuales no sufren per se estado patológico alguno. Ni mucho menos patología mental (por definición ha de descartarse ésta para ser así etiquetadas). Estas personas son simple y llanamente uno más de los resultantes de la diversidad sexual. Y esto no es una afirmación políticamente correcta, sino resultado de evidencia científica contrastada.

Normalmente y salvo excepciones, las personas transexuales tienen buena salud mental, pero los problemas de tensión, malestar y estrés que sufren para adaptarse a su situación y afrontarla, les hace ser frecuentemente personas vulnerables, tanto social como psicológicamente. Pero inevitablemente la categoría de transexual está muy medicalizada, la garantía de esta medicalización reside en que requieren de intervenciones que deben ser llevadas a cabo por especialistas.

Así pues, las personas transexuales necesitan ayuda de profesionales "psi", además de otras ayudas profesionales (endocrinas, quirúrgicas, sociológicas, jurídicas, legislativas, educativas, laborales, etc.). Ahora bien, si requieren de tanta ayuda no es porque su condición sea tan carente y necesitada, sino porque construyéndose a sí mismas – en diálogo con un mundo que no tiene sitio para ellas – acaban pagando el peaje de sus características sexuales propias y la plusvalía de esta interacción con un mundo cuya realidad sexual no les contempla. Por lo tanto, no se trata sólo de un fenómeno más de marginación social (política, legal, sexual, etc.), sino de una dificultad enorme para ser consideradas ciudadanas de pleno derecho.

Reivindicaciones

El 17 de Octubre se celebró, por segundo año consecutivo, una concentración en las tres capitales vascas a favor de la despatologización de la transexualidad. Las personas transexuales denuncian el hecho de que para acceder al cambio de nombre y de sexo en el registro civil (y así poder cambiar el Documento Nacional de Identidad, el carne de conducir, etc.), la psiquiatría las designe enfermas mentales.

Esta concentración comenzó a hacerse en París en el año 1997 y, poco a poco, han ido sumándose el resto de las capitales europeas. En el año 2007 se hizo por primera vez en el estado español y en el 2008 se extendió a Euskadi.

Hace unos años la homosexualidad también se consideraba una enfermedad mental, hasta que fue retirada de los manuales de psiquiatría. La Asociación de Psiquiatría Americana (APA) lo retiró del DSM (Manual Estadístico de Enfermedades Mentales) en 1973 y la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo lo propio el 17 de Mayo de 1994. Así, cada 17 de Mayo se celebra del Día Internacional contra la homofobia y la transfobia.

Por otro lado, a veces la patologización está relacionada con la transfobia, que es el miedo, rechazo y desprecio que padecen las personas transexuales. Las leyes, las administraciones públicas, las empresas privadas, los servicios sociales y sanitarios, los medios de comunicación, etc. pueden ser transfóbicos. La transfobia se basa en prejuicios sin sentido y se puede evitar mediante la educación. Como en muchos otros casos, es importante incidir en valores como la empatía (ponte en mi lugar), el respeto y la solidaridad. Así, entre todas viviremos en una sociedad más respetuosa, diversa y plural.

En el año 2012 se revisará la 4ª edición del DSM y la 10ª del CIE (Clasificación Internacional de enfermedades, de la OMS), por lo que desde hace dos años se vienen realizando tanto en EEUU como en Europa, distintas acciones para que la transexualidad sea descatalogada como enfermedad mental en los manuales citados anteriormente. El año pasado se hizo especial hincapié, con motivo del 60º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

Las reivindicaciones generales son las siguientes:

• Descatalogar de los manuales de psiquiatría la Disforia de Género o transexualidad.
• Acceder a los tratamientos hormonales y a las cirugías sin que la tutela psiquiátrica sea obligatoria.
• Terminar con las cirugías normalizadoras que se les realizan a los bebés intersexuales.
• Eliminar la mención del sexo del DNI.
• Promover leyes para proteger e integrar en la sociedad a las personas transexuales.
• Mejorar la atención primaria en Osakidetza, especialmente en la Unidad de Trastornos de Identidad de Género de Cruces, e incluir las operaciones de reasignación de sexo en las prestaciones de la Seguridad Social.
• Reflejar en el curriculum educativo y en los planes de educación la realidad de las personas transexuales.